miércoles, 26 de enero de 2011

La crisis no tiene "arreglo" (22 enero 2011, abc.es)

Solo en la calle Sáinz de Baranda se pueden encontrar hasta siete tiendas donde se arreglan o se reparan prendas de ropa y calzado. Parecía que, con la crisis, este tipo de establecimientos habían adquirido mayor notoriedad; la gente ya no «usa y tira», sino que «usa y reusa». Pero no parece ser la tónica general.

Ángeles Beltrán, dueña de una pequeña tienda de planchado y arreglos de ropa de la calle Antonio Arias lo sentencia segura de sus palabras «no se arregla más, sino distinto. Puede que venga más gente, pero tardan más en volver. Lo que sí noto es que la gente viene y mira mucho más el precio. Si es demasiado alto para ellos, se van». Luis Miguel Mínguez lo corrobora, indignado, «esto no va a mejor, sino todo lo contrario. Antes entraba ropa nueva para adaptar o cortar los bajos y cosas así; ahora entra ropa más usada, pero no más cantidad. Lo único bueno que puedo sacar es que, por lo menos, no he tenido que cerrar, como los 300.000 compañeros que sí lo han hecho». Además, el dueño de esta tienda de arreglos añade que no ha querido subir los precios, por la competencia, pero tiene miedo de perder su trabajo y mandar a sus dos ayudantes al paro. «Pago más impuestos, pero gano lo mismo, por lo que las ganancias son menores. Eso sí, todavía estoy esperando alguna ayuda para los autónomos».

En el mundo de la reparación de zapatos, Antonio es, podríamos decir, el más longevo de la calle. Un zapatero de juguete que, incansable, martillea las tapas de un zapato lidera su escaparate. Amplió su oferta de negocio con complementos —bolsos y cinturones— y plantillas, pero en los últimos dos años el negocio ha caído. «Más o menos, un 10%», señala Antonio, «se compra menos, pero tampoco se repara tanto como dicen».

Innovaciones
La crisis, por tanto, no tiene ningún arreglo ni nigún remiendo. Ni aquí, ni en China. La jefa de una tienda de ropa de este país —no quiere dar su nombre—, no habla muy bien el castellano —«solo cosas de ropa y números»— pero sí se le escapa decir que la crisis le ha afectado, como a todos. Su marido no tiene trabajo y la única que lleva el dinero a casa es ella. «No es como antes», comenta antes de despedirse. Pero ya están ampliando también sus ofertas. En varias tiendas chinas de ropa de los aledaños se pueden ver máquinas de coser y carteles de «Arreglos de ropa». La competencia entre los establecimientos, españoles o extranjeros, es atroz.

La sombra de la crisis parece no tener fin, pero una breve luz al final del túnel parece verse en otra zona del barrio. En la calle Narváez lleva un año instalado Nicolás Espinosa. En los diez que lleva en España ha pasado por muchas zonas de Madrid, pero es aquí donde ha encontrado cierta estabilidad. «Es verdad que se hacen menos copias de llaves, pero sí que se reparan algunos zapatos más que el año pasado». A ver si esta luz se propaga por el resto del barrio.

Aquí para ver el original.

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