jueves, 14 de abril de 2011

VISITA DE SANTIAGO SEGUROLA


Pausado, con voz tranquila y una mirada serena y tímida, Santiago Segurola dejó más de una lección de periodismo -deportivo y generalista- en su visita al Máster de ABC.

Su fascinación por el deporte viene de familia, pero, sobre todo, por el placer que le ofrece la lectura: «Una crónica deportiva contiene los mismos elementos que una novela o una película: drama, épica, tragedia, análisis». Y es lo que busca al escribir sus propias crónicas: contar una historia. Pero el trabajo no es tan sencillo, él mismo reconoció que el ejercicio de escritura requiere su práctica, su estudio, su implicación personal en la materia. «No se puede improvisar. Escribir de deportes tiene que ver con la pasión, con la experiencia y con el bagaje», comentó el actual adjunto al director del diario «Marca».


Esa pasión que impregna en sus crónicas es la misma que le hace recordar con nostalgia aquel tiempo en el que la relación entre el fútbol y el aficionado era más real, más cercana, más humana. «Del binomio fútbol-hincha, hemos pasado al fútbol-empresa que ha sobrepasado al deporte entero. Ya no es un entretenimiento, sino su primera industria», sentenció Segurola.
Y esa industria ha convertido la información deportiva en puro espectáculo donde cuanto más se grite y más ruido haya, mejor. Pero más allá de eso, nada. «Detrás del ruido hay aburrimiento, y pereza para no hacer las cosas bien», afirmó.

Esta falta de profesionalidad ha hecho que los medios se conviertan en depositarios de los intereses de los grandes clubes con los que hay que llevarse bien porque «pueden meter mucha presión». Y vaticinó que esta deshumanización del fútbol irá a más, porque el control de la información es cada vez mayor. «Hay más acceso, pero menos información real, muchas noticias se basan en rumores. Todo es más banal», aseveró el periodista.

Además, Segurola arremetió contra los periodistas anclados en el pasado. Ahora, con las nuevas tecnologías, periodista y lector han igualado su estatus; según Segurola, el lector se informa más por lo que se ha vuelto mucho más crítico. «Es el público más difícil: te mira más, te puede desmentir; venderle malos productos y sensacionalismo es tratarlo de tonto», se quejó. Por eso, Segurola exigió una mayor profesionalidad y calidad al hablar de un deporte tan «democrático» como el fútbol.

martes, 12 de abril de 2011

"¿Que si el tenis me ha ayudado? Me ha salvado la vida


Rubén tenía 18 años cuando comenzó el partido más duro de su vida: contra el cáncer

Rubén Merchán tenía un sueño en la cabeza: ser campeón de Roland Garros. Un objetivo al que aspira todo tenista cuando descubre que el tenis es su filosofía de vida. Pero en su parte del cuadro le tocó un rival duro y tenaz llamado cáncer. Una enfermedad que le pilló desprevenido, como un revés a contrapié.

El primer set del partido del éxito fue relativamente sencillo. Rubén, que ahora tiene casi 28 años, siempre fue un deportista nato: fútbol, baloncesto, esquí. Su padre, jugador de tenis amateur –«y bastante bueno»- le inculcó el deporte de la raqueta. Se apuntó para entrenar una tarde a la semana en las pistas de tenis de su nuevo colegio en Almería, donde se trasladó desde Jaén cuando tenía nueve años. Enseguida Rubén se descubrió a sí mismo disfrutando de pasar horas y horas golpeando la pelota en un frontón. Encontró el placer en golpear la pelota delante, a la altura de la cintura, con el codo levemente flexionado, con la dirección puesta hacia una de las esquinas, inalcanzable, y con la pelota en la mirada; y descubrió la adrenalina de ir ganando partidos, mejorando los golpes, viajando de campeonato en campeonato y creyendo que se podía ese sueño en la tierra batida de París.

Pronto los torneos regionales se quedaron pequeños para este muchacho que, con doce años ya participó en su primer campeonato nacional. Perdió en cuartos de final contra quien sería uno de sus contrincantes habituales: el actual número veintisiete del mundo, Guillermo García-López. «Luego jugaríamos más veces, con victorias para ambos», recuerda Rubén para ABC.

Con catorce años jugaría su primera final en el Campeonato de España y allí sería batido por Carlos Cuadrado, su «hermano». Juntos recorrieron una buena parte de su carrera tenística durante la adolescencia y continuarían después compartiendo victorias y derrotas.
En su raqueta ya se habían tensado las cuerdas del éxito y la Federación Española de Tenis lo vio. Apostó por él y le dio billete para que disfrutara en campeonatos internacionales con la selección y de forma individual. Rubén guarda un buen recuerdo de aquella época, en la que viajaba por todo el mundo con catorce y quince años: «Estambul, Tokio, Italia, parecíamos estrellas. Sin duda, la etapa más bonita de mi vida».

Rubén intenta saltar a la pista siempre que su cuerpo y su cabeza se lo permiten

El punto de no retorno llegó con la beca para el Centro de Alto Rendimiento de Sant Cugat del Vallés. «Decidí por completo que esto era lo mío; dejé a mi familia en Almería y me vine a Barcelona. Sentí, con total seguridad, quee podía llegar muy alto». Allí se reencontraría con Carlos Cuadrado y compartiría jornadas draconianas, mucha pasta, risas, esfuerzo, sudores y sueños con Tommy Robredo, Feliciano López, Fernando Verdasco y María José Martínez, entre otros. Y Carlos Moyá, Álex Corretja, Félix Mantilla y Albert Costa ya no estaban en los pósters que decoraban su habitación de tenista soñador, sino delante de él en una pista de entrenamiento.

El rival lanza su ataque
Fueron dos años muy duros en los que los contratos con las marcas deportivas que apostaban por él se mezclaron con algunas decepciones. Pero no fue nada comparado con lo que llegaría con la mayoría de edad.
Con dieciocho años y ocupando el número 800 del mundo, el rival más duro de su vida trató de ganarle el partido y arrebatarle los sueños de campeón. La pesadilla tenía forma de cáncer: Linfoma de Hodgkin, un ganglio linfático infectado que ataca al sistema inmune y a la sangre. Pero solo los tenistas que de verdad llevan el tenis en su piel reaccionan a la situación como Rubén. «Me dieron la noticia y jamás olvidaré que lo que le dije al médico fue: "Pero podré seguir jugando a tenis, ¿no?"».
No tenía ni idea de lo que tenía, pero se contestó él mismo a la pregunta saliendo a entrenar de vez en cuando, en los momentos en los que la quimioterapia y la radioterapia que sufrió durante ocho meses le permitían levantarse de la silla. Fue un set muy duro, pero en los entrenamientos había fortalecido su juego de ataque y junto a un potente servicio, Rubén consiguió llevarse la primera manga contra el cáncer.

Las zapatillas volvieron a resbalar sobre la tierra batida y las cuerdas se tensaron de nuevo. Volvió al circuito con diecinueve años, curado y recuperado. Las técnicas de superación aprendidas le hicieron auparse al puesto 500 de la ATP. «La vuelta fue muy especial, porque jugué mi primera final contra Carlos. Aunque me arrolló; él venía de ganar Roland Garros Junior y ya estaba el 280 del mundo».

Parecía que el segundo set iba a ser más fácil, pero a los 21 años y en su mejor momento tenístico, la pelota llego plana, rápida y abriendo ángulo, imposible de devolver: una revisión detectó otro ganglio afectado. «En aquel momento sufrí numerosos ataques de pánico, no me veía con fuerzas para volver a pasar por todo aquello. Pedí ayuda psicológica en el Hospital Clínico de Barcelona, donde no me han dejado ni un momento de mi vida».
Los tratamientos, quimioterapias y un autotrasplante jugaron duro. «Aquello fue indescriptible, pero salí, y muy fuerte. Sin embargo, y aunque seguí jugando torneos en Alemania, Italia y España, decidí dejar la alta competición y comencé a trabajar como entrenador».

Búsqueda a vida o muerte
El partido de Rubén era de Grand Slam, por lo que debía jugar al mejor de cinco sets. La alarma de una recaída saltó de nuevo. Otra vez la angustia, las pruebas, los médicos, los ingresos…
Una de las técnicas más difíciles de aprender en el tenis es la fortaleza mental, y sin ella estás perdido si el rival consigue devolver tus golpes una y otra vez, y ninguna de tus estrategias funciona. Pero Rubén tenía mucho tenis en sus piernas y en su raqueta. Se tomó la noticia con calma. «Pensé que ya sería cuestión de tiempo que me llegara el final, así que me dediqué a despedirme de los míos poco a poco».

A pesar de la tortura médica, Rubén nunca pierde la sonrisa ni las ganas de vivir

El cáncer tenía un match ball a su favor, solo un donante de médula compatible podía hacer que Rubén devolviera el golpe. Durante días, la pelota quedó haciendo equilibrios en la cinta. Encontrar a alguien compatible era la única solución. Era tan remota que ni siquiera se tomó demasiado en cuenta en su entorno, pero se consiguió. «Una aguja en un pajar; es de risa, una posibilidad entre no sé cuántos millones», sonríe aún alucinado. Desde Alemania le llegó el aliento -y la médula- que necesitaba para que la pelota pasara al otro lado de la red. El tie break volvió a caer de su lado.

El partido tocaba a su fin, aunque con un par de recaídas por problemas de rechazo. Pero Rubén no es un jugador de tenis, es un tenista: un guerrero con raqueta. «¿Que si el tenis me ha ayudado? Creo que me ha salvado la vida: la disciplina, el carácter competitivo, la condición física y mental; y claro, el apoyo desde la grada, mi familia, mis amigos, el mundo del tenis».

Su perro, su guitarra y su grupo de música son ahora sus otras pasiones. Pero no ha dejado el tenis ni por un momento: «Empuño la raqueta cuando puedo y me apetece, y aunque con esfuerzo, todavía logro buenos golpes». Y, como entrenador, transmite toda esa energía, todo ese positivismo y ese amor por el tenis a los muchachos de su Club de Barcelona. Mantiene contacto con Ferrer, Corretja o García-López, y cuando ve a algunos de ellos en la tele no deja de pensar en que él lo intentó todo, pero no tuvo la opción de estar ahí. «Me da mucha rabia, pero soy muy consciente de la grandísima suerte que he tenido y espero seguir teniendo. Con tanta gente que me ha dado su apoyo y me ha enseñado el significado de todo esto que es la vida».

Por ahora tiene juego, set y partido en su particular Grand Slam.

miércoles, 6 de abril de 2011

Rogelio Alonso: "El terrorismo es sexy para los medios de comunicación"

El catedrático y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Rey Juan Carlos, Rogelio Alonso, no hubiera llevado a portada el último comunicado que dio ETA para informar de que cesaba en sus acciones armadas ofensivas. «Darle tanta importancia a esa comunicación es tragarnos la narrativa de la banda». Así criticó la cobertura ofrecida por los medios españoles.

A pesar de que sí defiende el análisis y la crítica, en su visita a ABC, dejó claro que ofrecer la portada era una plataforma de lanzamiento y un altavoz para la justificación de la banda terrorista. «Se hizo una noticia de una no noticia, y con la excusa de querer dar un enfoque diferente, les seguimos dando una relevancia innecesaria», continuó el catedrático. Puso de ejemplo el error que también cometiera la cadena británica BBC al hacer a ETA protagonista del día. «Se convirtieron en portavoces de la banda y, a pesar de considerarse neutrales, disfrazaron el parón técnico por problemas económicos y políticos en un alto el fuego que les hizo parecer buenos».

Alonso cree firmemente en que los medios tienen una responsabilidad para con la sociedad que se multiplica en los asuntos sobre terrorismo. Por ello, el periodista ha de ser crítico y argumentativo a la hora de ponderar una información y ponerla en el lugar que corresponde: «No puedes banalizar ni descontextualizar el tema, sino ser crítico y analizar las fuentes de donde viene la información». Por tanto, según Alonso, la entrevista que se realizó a Arnaldo Otegi en un programa de humor carece de la rigurosidad informativa que merece y debe predominar con estos temas tan delicados. «Desgraciadamente el terrorismo es sexy para los medios de comunicación», apuntó Alonso. Y lo más grave es que parece existir una fascinación por los verdugos, a los que se escucha con más atención que a las víctimas.

La justificación de que «hay que entender» los motivos de quien dispara le da miedo al catedrático porque se trata de una coacción hacia la opinión pública, «se acaba con el estado social y se le da una voz a un violador de derechos humanos a golpe de pistola». Mientras, según Alonso, la cobertura que se ofrece con las víctimas suele estar mediatizada por el dolor y la búsqueda del sensacionalismo, «respetar el duelo es un trabajo periodístico responsable, y darles un nombre a las víctimas para que se les devuelva la identidad que se les roba cuando les disparan». La peligrosidad de ser plataforma de lanzamiento también se realiza desde el lado de los poderes públicos.

La manipulación puede ir desde dos puntos de acceso, tanto para la banda terrorista, como para los propios poderes públicos. El 11-M y los intentos de favorecer la negociación con la banda terrorista ETA por parte del gobierno de Zapatero son solo ejemplos de cómo los medios siguen la estela de lo que parece relevante y, en muchas ocasiones, se convierten en instrumentos de canalización, olvidando la profesionalidad de contrastar las fuentes y analizar a fondo la información que se recibe. «No hay que seleccionar las noticias, pero si tienes en tu mano cierta información, debes investigar qué intereses puede haber detrás», argumentó Alonso.

Internet parece haber fomentado ese sensacionalismo y esa búsqueda incesante de la noticia de última hora al priorizar la rapidez y lo inmediato frente a la veracidad y al análisis. «La Red está propiciando la simplificación: hay que dar satisfacción a una demanda cada vez más constante».

martes, 5 de abril de 2011

Récord de participación en la XI Media Maratón


El keniata Enock Kipchirchir y la etíope Frehiwat Goshu, ganadores en sus categorías
Veintiún kilómetros y novecientos metros es la distancia que han recorrido los más de catorce mil participantes de la XI Edición de la Media Maratón de Madrid disputada hoy por las calles de la capital y con salida y meta en El Retiro.
Apenas salió el sol durante la carrera, pero la temperatura acompañó durante toda la mañana y la lluvia respetó los estiramientos, la adrenalina, las ganas de empezar, los nervios y, después, las gotas de sudor por la frente, la sonrisa cansada de orgullo personal y el cansancio acumulado en los gemelos y en las rodillas.
Empezó pronto la aventura. A las ocho de la mañana el conocido como Paseo de Coches del Retiro estaba inundado por atletas que ultimaban los últimos bocados, los últimos ejercicios preparatorios y las últimas ganas de ir al baño. Con los dorsales y los chips de identificación de tiempos, los corredores se dirigieron a la salida, en la que se guardó un minuto de silencio por la muerte de un participante que murió en la edición del año anterior.
Y a las nueve y media en punto, la pistola soltó los nervios y las piernas de las catorce mil personas que disputaron la carrera. Tanta ha sido la participación en este año que la salida duró trece minutos. Las camisetas de los corredores formaron una ola de color que atravesó las principales arterias de la capital, que cambió, por un día, los coches por las piernas y los humos por las respiraciones rápidas de atletas llegados de todo el mundo. Las calles de Príncipe de Vergara, Diego de León, Almagro, Santa Engracia, Cuatro Caminos, Bravo Murillo, Plaza de Castilla, Menéndez Pelayo, Paseo Reina Cristina, Alfonso XII y Serrano fueron los decorados de la Media Maratón Madrileña que ya se ha convertido en una tradición que ha ido ganando más y más adeptos desde que en 2001 se celebrara por vez primera.
Ganadores y vencidosAquel primero de abril de 2001, de los siete mil participantes, el más veloz consiguió alcanzar la meta en un tiempo de una hora, tres minutos y veintidós segundos. Once ediciones más tarde, el keniata Enock Kipchirchir ha sido el más rápido al entrar en la meta en una hora, dos minutos y cuarenta y dos segundos. A pesar de la buena marca, no ha conseguido batir el record logrado en 2006, con once segundos menos. En categoría femenina, ganó la etíope Frehiwat Goshu con una marca de una hora, trece minutos y veinticinco segundos. Entre los españoles, el primero fue el extremeño Pablo Villalobos, campeón de España de maratón; y la primera fémina, María Ruiz Castellanos, ganadora también en 2002.
A partir de ahí, el resto de deportistas fueron llegando a la meta a disfrutar de un merecido descanso, un orgulloso abrazo de amigos y familiares y una sonrisa de satisfacción personal que durará hasta que se baje el tiempo en la próxima carrera.
El Samur ha tenido que intervenir en varias ocasiones para socorrer a atletas que no han aguantado el esfuerzo. La mayoría de asistencias han sido por fatigas y lesiones musculares, pero, un hombre de 47 años que se desmayó al llegar a la meta y ha tenido que ser ingresado por una arritmia grave.

martes, 15 de marzo de 2011

Ramón Lobo en #congresodigital en Huesca

Gran persona y mejor periodista -o al revés-, Ramón Lobo se tomó unos minutos para contestar a nuestras preguntas acerca del Congreso de Periodismo Digital de Huesca, de su trabajo como reportero y de la vida en general.
Entrevista realizada junto a mis compañeros Abraham Coco y Jaime García.

lunes, 14 de marzo de 2011

Lejos, pero no tanto: las revueltas árabes en Retiro


Desde enero, el mundo árabe es algo más que desiertos, kebab y Lavapiés. Nabil, Yassin, Ali y Leila estudian, trabajan y están integrados en nuestra sociedad, tanto como en aquella que ahora se revuelve en Libia, Egipto o Túnez contra la tiranía de sus dictadores. No pueden asistir físicamente a las manifestaciones, pero las sufren desde aquí a través de las redes sociales.
Empieza el fin de semana en casa de Nabil. Ha invitado a cenar a unos amigos. Tiene un ojo puesto en el horno para que las pizzas no se quemen, y otro en el portátil que hay encima de una silla del que no paran de sucederse imágenes de refugiados libios, manifestaciones y vídeos de Gadafi. Cada treinta segundos salta un nuevo tuit y un nuevo mensaje en su Facebook. Todos relacionados con las revueltas en los países del norte de África. Todos enviados por amigos suyos que, como él, están en mitad de la veintena. Todos viendo, entre esperanzados y cautelosos, que los árabes, por fin, han empezado a gritar y a sacudirse las dictaduras de encima.
Nabil siempre ha llevado una vida a la europea, había estado muchas veces en España, pero decidió venir a estudiar aquí en 2004. Ahora las noticias de las manifestaciones le hacen tener el corazón y la cabeza divididos: aquí está su presente, pero allí está su pasado, su familia y quizá su futuro. No puede dejar de maldecir a cada momento las matanzas que Gadafi está cometiendo sobre su propio pueblo. Es muy crítico con la situación, y mientras saca las pizzas del horno no puede callarse: «Al final no van a solucionar nada. En Egipto aún, pero el resto de revueltas no van a servir para nada más que matar gente».
Dice seguro que el pueblo marroquí no tiene la fuerza suficiente para hacer lo mismo y por eso está tranquilo por sus padres, que viven allí: «Ya intentaron hacerlo y solo robaron lo que quisieron. Utilizaron la excusa de las revueltas en apoyo a Libia para saquear la ciudad. Un caos». Además, asegura que fue apoyada y bendecida por el gobierno. «De otra forma no se hubiera podido desarrollar. Duró un par de horas, hasta que llegó el ejército y se acabó. Eso sí, se paralizaron las ciudades, pero nada más». Ya con la comida en la mesa habla más tranquilo: «En Marruecos te inculcan una filosofía desde que eres pequeño: estudia, trabaja, gana dinero, come y vive. Habla de lo que quieras, menos de política. Ese es el ideal de vida». y eso le molesta. Más desde que vive en España y ha notado los cambios entre allí y aquí. A pesar de «consumir» vida europea, la libertad que disfruta en España a la hora de vestir, de expresarse y de horarios nada tienen que ver con su país de nacimiento».
Lo que más le fastidia es que haya gente diciendo que «quieren mucho a Hassan II cuando es mentira. Ahora se puede hablar de los ministros, pero no de la cúpula que es la que maneja el poder. Y además, internet está pinchado». Desde esa cúpula solo llegan palabras huecas, pero no un cambio real. Además, «Marruecos no puede mancharse porque Argelia puede reactivar el conflicto de la independencia del Sahara. Le interesa que las cosas sigan como están, permietiendo ciertas manifestaciones, pero sin meterse mucho». Su Twitter sigue sonando cada poco tiempo, pero se relaja un poco. La pizza se enfría y el sábado no ha hecho más que empezar.
Un pie aquí, otro allíSegún fuentes del Ayuntamiento, apenas un 0’6% de los comercios de Retiro son regentados por población árabe y son unos treinta y cinco mil los empadronados -Marruecos es la mayor comunidad con 28.000 ciudadanos- con un gran porcentaje de jóvenes entre los 25 y los 40 años.
En la frutería que acaba de abrir, Yassin despacha a los clientes con mucha amabilidad. Tiene buena fama entre sus vecinos, lleva diez años por el barrio, aunque en diferentes negocios. Es marroquí, y a pesar de llevar tanto tiempo en nuestro país, «la sangre es la sangre». Además, tiene familia en Marruecos y amigos en Libia. Dice que no se preocupa demasiado, pero sí está atento por lo que pudiera pasar. Así lo demuestra con el ordenador que esconde junto a la caja. En la pantalla: el canal de televisión de Al Yazeera. Parece -pero solo lo parece- que es de esos de los que se queja Nabil, al asegurar que en Marruecos no llegará la ola de protestas: «Hassan es bueno y ha hecho reformas para mejorar la vida de los habitantes». Sonríe cuando se le pregunta por qué no se vuelve si las cosas están bien. «Eso es pregunta tramposa». Y quiere saber si los españoles se preocupan por el norte de África. Eso también es pregunta tramposa.
Amina es tunecina y lleva en España dos años. Trabaja como profesora de inglés y está conectada a Twitter y a Facebook todo el día. Con sus 23 años cree que Gadafi debe desaparecer, y pronto. Mientras se toma un té en una cafetería se alegra de leer en un tuit que las tiendas de comestibles de la frontera de su país con Libia están llenas de comida que han donado los tunecinos. «Ese es mi país», asiente orgullosa. La idea de que Estados Unidos se meta no la convence. «Los libios saben mejor lo que necesitan y cómo poder gobernar sus propios recursos; no necesitan que llegue “el salvador USA” para enseñarles nada», comenta entre enfadada e irónica. Ahora en su país están recibiendo a los refugiados, pero el gobierno libio no está poniendo las cosas fáciles. «Una vez que Gadafi les permita salir, les aceptaremos sin problemas. Ya estamos preparando hospitales y ya recibimos refugiados de Egipto, Bengal, Nigeria o China». Vive bien en España, pero le hubiera encantado participar en todas las protestas «ahora que se está escribiendo una nueva etapa árabe».
Entusiasmados por el futuroEl mes de enero pasará a la historia como un punto y aparte de as revoluciones árabes que se produjeron en los años 20 y después en los 60. Y el entusiasmo es evidente en la población árabe más joven dek barrio. Nagla es de Egipto y reconoce que nose había interesado por la política hasta la revuelta en Túnez. Igual que Nabil, tenía muy asumido que de política no podía hablar, así que las revoluciones suponen un cambio radical para la cultura árabe. «Ni siquiera el presidente se lo esperaba, por eso se marchó tan rápido», se ríe, «luego en Facebook hacíamos apuestas de qué país sería el siguiente. Egipto era el que más peso político tenía y no nos equivocamos». Se siente orgullosa de ser árabe, ahora más que nunca, y aunque no puede ser partícipe, está en contacto con su familia, que vive a dos calles de la plaza Tahrir. «Es la primera vez que tenemos un ex presidente y la sensación de que el pueblo ha tenid el valor y el poder para lograr ese hito es increíble». Habla de pequeñas revoluciones previas, pero subraya la importancia de que haya sido el pueblo el que tomara la iniciativa sin ningún partido político detrás. «La gente estaba hasta las narices y espero que esto continúe. Es nuestro momento, nos toca ganar.», concluye antes de irse a trabajar.
Tampoco Abdurraman sabe de política. Tiene diecisiete años y trabaja en una frutería. Apenas habla castellano, pero le encanta intentarlo. Así que conforme pasan los minutos se va calentando y sus opiniones –mitad en inglés, mitad en castellano- cada vez son más seguras y confiadas. Salió de Egipto hace mucho y siente lo que está pasando en su país. Cree que va a morir mucha gente y eso no le gusta. Tiene amigos de Libia, de Argelia, de Egipto y «son buena gente, los malos son los de arriba». No quiere a Gadafi, a quien parece odiar con ganas por su lenguaje no verbal, pero menos aún quiere que llegue Estados Unidos. «USA mala, ¿por qué no se mete en otros países? Solo están ahí por negocios y petróleo, pero no sabe cómo es ese país ni cómo son sus gentes. Estados Unidos fuera, a su casa. La gente necesita ser libre y decidir ella sola, no necesita a nadie más», concluye enfadado.
Esta misma idea mantiene Ali, iraní de 43 años que sabe muy bien de lo que habla. Estuvo dos años en la guerra de Irak y no confía nada en los Estados Unidos. «Parece que van a ayudar y solo se llevan los recursos. En Libia o Egipto te matan si robas, porque hay mucha hambre y poco dinero: en cambio, los jefes como Gadafi o Ben Alí tienen muchísimo dinero en bancos de Suiza y otros lugares», afirma rotundo. Reticente a hablar al principio, después no puede parar: «Al final matarán a Gadafi, pero deberían hacerlo pronto para que dejara de matar gente inocente». Niega rotundamente que estas revueltas se produzcan en un país como el suyo. «Hay unos veinte millones de policías en una población de setenta. La población no tiene tanta fuerza, el gobierno es muy poderoso y ha hecho reformas para contentar a su pueblo».
Lo mismo piensa Leila sobre su país, Argelia. «Se han producido muchas refoprmas que han hecho más popular al Presidente, aunque sí nos gustaría que cambiaran los ministros». Vino hace diez años para estudiar y aquí se quedó. Habla todos los días con su familia y están bien. Lee todos los periódicos árabes a través de internet porque quiere estar al tanto y valora por encima de todo disfrutar de la situación actual que atraviesa su país. «Miedo siempre hay, y estamos pendientes de lo que ocurra, pero nosotros ya hicimos nuestra guerra. Ahora les toca a otros». «Me gusta mucho que estén pasando estas cosas -asegura- significa que la población está reivindicando sus derechos, como hace mucho tiempo que debería haber pasado».
El entusiasmo también ha llegado a las agencias de viaje, que han vuelto a recuperar las ventas y los destinos de Egipto y Turquía que perdieron al iniciarse las revueltas.
IndiferenciaQuizá sean los años, las experiencias, el haber caído aquí por casualidad o los kilómetros, pero en el barrio no todas las opiniones son tan entusiastas. A otro sector árabe de Retiro les inquieta mucho menos lo que ocurra en Egipto, Túnez o Libia. Para ellos, el norte de África ya queda muy lejos.
Muhamd y Basi llevan cinco años en España. Cayeron aquí como podían estar en cualquier otro lugar del mundo. Y no descartan esa posibilidad. Uno es ingeniero; el otro, chef, pero ambos trabajan como camareros en el Restaurante Árabe de Doctor Esquerdo. Su ciudad natal en Marruecos les queda muy lejos en tiempo y en espacio. Tienen toda su familia aquí, tramitando la nacionalidad española, así que las revueltas las escuchan en la televisión, pero no les afectan. «Tengo que alimentar a mis hermanos pequeños que están ahora en el colegio y la crisis es muy mala para todos», comenta Basi, «la luz está muy cara, todo está muy caro y tengo que llegar a fin de mes, eso es lo que me preocupa». Muhamd asiente y añade: «España no es buen país ahora para ganar dinero, igual nos vamos a Francia».
Son las dos de la tarde, hora perfecta para comer en uno de los pocos kebabs del barrio. En uno de ellos, la televisión inunda el local sin clientes con las últimas noticias sobre Gadafi. Apoyados en la barra, absortos, solo están los camareros: Abdull y Mike, marroquí y tunecino, entrados en la cincuentena. ¿Están siguiendo con tanto interés las revueltas en el norte de África? No, contestan, están aprendiendo castellano.


domingo, 13 de marzo de 2011

¿Qué es Google?

Hace unos días me preguntaron qué era Google. Y la verdad, no estaba muy segura de entender siquiera qué significan esas 6 letras a las que ya estoy tan acostumbrada que no podría vivir sin ellas. Así que me di cuenta de que yo todavía soy de la era pregoogle, y lo descubrí.

Google es una tarde entera en la biblioteca pública buscando el mapa menos desfasado para que el trabajo de Geografía se ajustara, más o menos, a la realidad. Aunque esa desactualización te diera ciertas alegrías momentáneas, como cuando leías en una Enciclopedia de Fútbol que lo más reciente que hizo el Zaragoza fue ganar la Recopa del 95, cuando ya andabas sufriendo porque bajábamos a segunda. Es seleccionar enciclopedias en las estanterías de Naturaleza, Literatura o Arte dependiendo de la asignatura. Son muchas horas copiando lo más interesantes de los artículos -el copy/paste no lo inventó Google-; eligiendo las fotos adecuadas aunque sin poder elegir ni grandes ni medianas ni pequeñas, sino las que había y fotocopiándolas en la sala de reprografía, a cinco pesetas la unidad en blanco y negro y diez en color.

Es preguntarle una duda a tu padre y enterarte, años después, que se pasó parte de la noche preguntando a sus amigos para que la respuesta estuviera en tu almohada por la mañana. Los padres nunca defraudan a sus hijos. Y también es aprender a buscar en la Larousse que decora todas las casas, con sus tomos de actualizaciones incluidos. Es conocer los restaurantes por haber pasado por la puerta y preguntarte cómo sería la comida de allí. Y atreverte a entrar porque recuerdas que en el ascensor alguien habló de ese sitio.

Google es memoria, pero una que se está desvaneciendo por falta de uso. O que, simplemente, está mutando. El día que la pierda del todo la googlearé, seguro que la encuentro.