domingo, 27 de febrero de 2011

Cervantes continúa sin ciudad natal oficial

Diferentes localidades se disputan el lugar de nacimiento de Miguel de Cervantes

Tan inconcreto como aquel lugar de La Mancha con el que comienza El Quijote se presenta a estas alturas de siglo el lugar de nacimiento de su autor, Miguel de Cervantes. Localidades como Alcalá, con la teoría más extendida, Alcázar de San Juan, Arganda del Rey, Lugo, Oseja de Sajambre o Córdoba, entre otras, se disputan con diferentes argumentaciones el lugar de nacimiento del escritor. Pruebas y desmentidos aparecen en las investigaciones de unos y otros, empezando por Alcalá de Henares.

A pesar de que en la primera biografía de Cervantes, escrita en 1737, se indica que era oriundo de Madrid, las investigaciones que llevó a cabo Blas Nasarre, paleógrafo y bibliotecario real del siglo XVIII, establecieron que fue Alcázar su lugar de nacimiento. No sería hasta 1766 cuando se comenzara a seguir la línea alicaína del escritor siguiendo la pista de un Miguel de Cervantes, caballero de Alcalá, que aparecía en la obra "Topographia e Historia general de Argel" de 1612. El sucesor de Nasarre en la Real Academia de la historia, Agustín Montiano y Luyando, encontró entonces la partida de nacimiento de Alcalá en 1753.

Ambas localidades se disputan las partidas de bautismo, pero en las dos se han encontrado contradicciones y datos erróneos. Los defensores de la alicaína argumentan que la partida partida de bautismo de Alcázar de San Juan, fechada en 1558, es errónea ya que supondría que Cervantes estuvo en la guerra con tan solo doce años. Y que otros de los argumentos que se arguyen para la defensa alcazareña se basan únicamente en los parecidos entre ciertos personajes de la obra y algnos vecinos de la zona.

La incógnita sobre el lugar de nacimiento del "padre" de Don Quijote y Sancho sigue sin esclarecerse

Los de Alcázar contraargumentan a su vez, que en la partida de nacimiento de Alcalá de Henares aparece el apellido de Carbantes o Carabantes, pero no Cervantes y, además, el padre del autor firma como Carvantes. Además, no aparece, en ningún momento, el sobrenombre de Saavedra, por lo que es considerada por algunos estudiosos como una partida de bautismo falsa.

Del norte
Una nueva teoría viene a complicar todavía más la incógnita sobre el lugar de nacimiento de Cerantes. El investigador César Brandariz, en su obra El hombre que hablaba difícil, emplaza la procedencia del escritor en una zona cercana a Galicia y apoya su argumentación en un documento inédito por el que le situaría en un colegio de jesuítas en Orense. Dicho texto, presuntamente firmado por Cervantes, incluiría nombres, usos y habla más cercanas al gallego y al portugués que al castellano más manchego.

En este sentido, usaba términos fonéticos como la "x" en lugar de la "j" y cerraba las palabras en "u", propio de la zona gallega y asturiana. Además, el investigador ha encontrado muchas referencias del Quijote en zonas muy próximas a Benavente; como la iglesia Santa María la Mayor, y otros autores tampoco ha identificado la fauna, la flora o las costumbres descritas en la obra como manchegas, sino más propias de la zona norteña que defiende Brandariz. Cinco siglos después de su nacimiento y Cervantes todavía es un misterio.

Otras teorías
- De Lugo: un estudio de la Real Academia Gallega asocia el linaje de Cervantes en las montañas de León y argumenta, además, que Saavedra es un topónimo típicamente gallego.

- De Arganda del Rey: la localidad madrileña también se une a la guerra por Cervantes y argumenta que la madre, Leonor de Cortinas, nació y murió allí, igual que los abuelos del escritor.

- Andaluz: otras teorías apuntan hacia el sur como lugar de nacimiento, ya que, en el siglo XV el Arzobispo Juan de Cervantes era una figura muy destacada en zonas de Córdoba y Sevilla

- Oseja de Sajambre: por tradición oral y por paisajes, el investigador Eutimio Martino ha dedicado parte de su vida a demostrar que Cervantes tuvo su primera residencia en zona leonesa.

jueves, 24 de febrero de 2011

El gafe se resiste


Había en juego algo más que un partido. Seis años cayendo en la misma piedra son muchos para un Bernabéu que necesita y tiene ganas de conquistar de nuevo Europa. Y Mourinho, más. Pero algo tiene el Gerland para negarle una y otra vez la victoria al equipo blanco.

Con un juego atrancado, sin fluidez y con cierta precipitación, el madrid aguantó el resultado que salió a buscar desde el principio. Mourinho dio por bueno el empate a cero antes incluso del pitido inicial, a pesar de seguir fiel a su línea compensando las figuras atacantes con una equilibrada defensa.

Sin movilidad y con mucha previsibilidad, el primer tramo del encuentro se basó en jugadas solitarias de Ronaldo cruzándose todo el campo para poder llegar a la portería de Lloris. El equipo francés se mantuvo bien posicionado en el campo sin dejar espacios para que Adebayor, debutante con el Madrid en la Champions, y Ronaldo tuvieran ninguna oportunidad. Hasta el minuto veintiocho no se disparó entre los tres palos, por cortesía del Madrid, aunque seguía sin conseguír hilar una jugada de ataque con tres pases seguidos.

Como un calco del partido de hace un año, al Lyon le bastó recoger los regalos de Khedira en el centro del campo para poner contra las cuerdas a la defensa blanca y conseguir las mejores oportunidades que, incomprensiblemente, los delanteros franceses se encargaron de desperdiciar.

Otro partido
Mourinho trató de animar el encuentro dando salida a Benzema, que regresaba a su ex estadio y que dio aire al equipo que comenzó con más oportunidades y más solvencia los primeros ataques de la segunda mitad. Dos palos en dos minutos parecían presagiar lo que llegaría poco después.

En la primera jugada en la que participó el francés, Benzema consiguió el gol paseándose de lado a lado del área pequeña, deleitándose y angustiando al espectador, para encontrar finalmente el hueco exacto por el que batir a Lloris.

No celebró el tanto, pero supuso un respiro para el banquillo y para la grada madridista. A partir de ahí, la apertura de espacios y la frescura de los cambios impulsó el juego blanco y subió la intensidad del encuentro. También ayudó que el Lyon pusiera el freno, y comenzara a cometer más errores debido al cansancio y al tanto recibido, que desbarató sus planes de sorprender a los blancos.

Pero en una jugada desafortunada en una falta, Gomis se encontró con el balón en el pie dentro del área pequeña y, esta vez sí, aprovechó el regalo empujando el balón hasta el fondo de la red.

Gran resultado para la vuelta en el Bernabéu, aunque después de tenerlo tan cerca, el empate sabe un poco a derrota.

Y la historia se repite: el Gerland vuelve a ser ese pequeño reducto infranqueable para los blancos.

miércoles, 9 de febrero de 2011

"Hiroshima": rostros y voces de una tragedia


El seis de agosto de 1945 un resplandor silencioso cambió la vida de una ciudad entera. En un solo segundo, más de cien mil vidas quedaron cortadas y otras tantas quedaron marcadas para siempre. Las consecuencias devastadoras de ese segundo supondría un punto de inflexión en la Segunda Guerra Mundial fueron mil veces comentadas por expertos, periodistas y científicos, pero nadie puso voz y rostro a los habitantes de una ciudad que, en un día de verano, supieron lo que el hombre era capaz de hacer contra otro hombre.
Hasta que llegó el artículo de John Hersey.

Después de casi un año de investigaciones, entrevistas y trabajo sobre el terreno, Hersey terminó un texto sobre la bomba atómica y sus consecuencias humanas que también cambiaría el modo de hacer periodismo. Más de 150 páginas formaron parte de una crónica que llenaría todo un número de la revista The New Yorker y que pasaría a convertirse en libro apenas un mes después de su publicación.


Con un estilo periodístico directo y casi como un diario minuto a minuto, Hersey introduce desde la primera palabra al lector en Japón, en Hiroshima, en la vida diaria de esa ciudad, en la piel de quienes allí se disponían a pasar un día más de sus vidas.

Una crónica brutal, pero no por el tono sino porque la historia no necesita más crueldad añadida, en la que se busca -y se encuentra- la reflexión a través de las palabras, los hechos y los actos objetivos que sucedieron en el mismo instante en que una nueva forma de destrucción surgió en la historia de la humanidad.

El autor y periodista refleja sin adjetivos una situación extraordinaria y como un puñal se va clavando en los ojos de los lectores. En un ejercicio máximo de objetividad, Hersey acerca al lector al mundo descarnado de los minutos siguientes a la explosión, de las heridas que no supuran, de los vómitos, de los muertos en las aceras, de la carrera por la supervivencia, de la angustia, del dolor y de cómo se sale de él en una ciudad destruida por algo tan pensado y tan cruel como fue la bomba atómica.

El periodista recrea la situación como si de una película se tratara: el lector observa, a cada palabra, los movimientos de los protagonistas, descubre con ellos la magnitud de la catástrofe y se siente igual de impotente que ellos.

Este estilo periodístico directo, pero lento en su preparación, con el tiempo suficiente para reflexionar sobre las entrevistas -lo que se ha dicho, lo que no se ha dicho, cómo se ha dicho-, parece ya un tipo de periodismo extinto. "Antes se razonaba más; ahora el periódico se ha llenado de florituras, antetítulos y letra grande y cada vez hay menos para leer en los diarios", explicó el periodista gráfico Gervasio Sánchez, en su visita al Máster de ABC. "Para escribir bien se necesita tiempo; solo así se pueden hacer historias con fuerza, con lo que realmente merece la pena escribir", continuó.

Retrato desnudo
Si se busca una explicación de por qué se dejó caer la bomba ese día y sobre ese lugar, el texto de Hersey no es el lugar adecuado para descubrirlo. El artículo no ofrece los motivos, sino que se limita a retratar lo que ha ocurrido, compartiendo lector y protagonistas la misma ignorancia de los motivos. De ese modo, el libro proporciona los datos y la información necesaria para que quien lo lea tome sus propias decisiones.

Como una cámara bien afilada sobre el papel, Hersey describe los fotogramas de un acontecimiento que el lector se ha de encargar de llenar de crítica, emociones, reacciones y, si quiere, de justificación. Un retrato desnudo de la época, de la cultura japonesa, de su idiosincrasia, del sentimiento de vida y del sentimiento de muerte de sus gentes. La invisibilidad del autor es parte de la fuerza que desprende el texto, y también es algo que no se lleva en el periodismo actual. Como critica Gervasio Sánchez "los periodistas suelen hablar más de sí mismos que de lo que realmente pasa delante de sus narices".

En "Hiroshima", por el contrario, Hersey muestra las consecuencias desgarradoras de una bomba -cuyo irónico nombre es "Little boy"- caída del cielo, pero sin tratar de maquillarlo y hacerlo más digerible para el acomodado lector. Sin añadir ni quitar color, pero tampoco ni un ápice de humanidad.

Tragedias humanas
Muchas son las catástrofes naturales o artificiales
que sacuden los imaginarios colectivos de la sociedad cada cierto tiempo. Sin ir más lejos, hoy hace un año del terremoto que asoló Haití. Pero, en los últimos años, las tragedias humanas pasan tan deprisa por los medios de comunicación que no da tiempo a realizar un seguimiento de cómo se recuperan las víctimas. Debajo de las Torres Gemelas de Nueva York o en los trenes del 11-M o bajo los escombros que produjo el terremoto de Puerto Príncipe había personas y los medios actuales basan sus crónicas en el momento de la tragedia, olvidándose en cuanto aparece la tragedia siguiente.

A pesar de que la mayor parte de la gente recuerda exactamente dónde estaba cuando suceden acontecimientos así, pocas veces se siguen investigando las consecuencias. Las crónicas in situ suelen ser iguales en todos los medios, sin contar en profundidad lo que ocurre, cómo ocurre o a quién le ocurre. Quizá ya el lector está demasiado acostumbrado.

En 1945 Hersey construyó un texto que, desde su invisibilidad como autor, refleja y describe la crueldad dando voz y nombre a las doscientas mil víctimas de Hiroshima. Quizá todavía se esté a tiempo de volver a ese periodismo más real, más cercano y que traslada directamente al lugar y al momento sin olvidar los días, los meses o los años siguientes. Quizá se volviera a sentir el dolor ajeno y a no cambiar de canal ante el sufrimiento.